Y se dejo llevar. Se comió el mundo con su sonrisa. Y
recordó entre lágrimas miles de recuerdos felices. Dejó atrás
los instantes tristes. Y se armó de valor. Entonces decidió
ser feliz. Comprendió que a pesar de no quererlo se tenía
que crecer, aunque con ello llegaran mil cosas que dolieran
más. Pero también comprendió que esa niña, la niña que la
había acompañado toda la vida, estaría siempre ahí.
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